jueves, 17 de marzo de 2011

Hay días, como hoy, en los que es muy difícil.
Inspirar. Espirar. Inspirar. Espirar.
Menos mal que mi cuerpo sabe hacerlo solo.


Inspirar. Espirar. Expirar

2 comentarios:

  1. Y mientras se me encaja la puerta, baja la mano el frío de detrás de la ventana "aquí siempre es verano", decía, "cuento contigo", decía, "cuento contigo", de fondo sonaban besos. Creo.

    Los campos han sido largos, las noches han sido eternas, hemos remado el avión hasta tantas islas que se atora la garganta de pensarlo casi.

    En otra ciudad, en otra casa, tras otra ventana, se oculta el sol magistralmente, filamentos de cristales, zumo de limón, esperando que la primavera entre por mi ventana, a tomar café, esperando, turnando la guardia, estirando las tardes como las cuerdas de un violín, los labios del río, los balcones.

    Y quizá sea mejor robar todo ésto debajo del abrigo, se me derraman las ganas de ver entrar por mi ventana a la primavera a tomar café, conmigo, mientras los humos se escapan de los bares, gente sin nombre, seniales extranias, mareas de revoloteos de besos si viene a verme, y los payasos esconden la ciudad, bajo sus grandes zapatones.

    Esperando que la primavera entre por la ventana, por mi ventana, qué locura!, volando a escondidas como los peces que olvidan algo tras el cristal, he puesto la mesa, y si reúno fuerzas podré pasar la noche entera sin velas, la primavera, la primavera misma por mi ventana, sirenas por las calles, las avenidas y sus charcos, el techo de la ciudad, he abierto la ventana otra vez, la primavera... la primavera.

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  2. A ratos creo que el error es esperar.
    Justo cuando voy a escribírtelo me da por pensar.
    Los dos sabemos que, cuando no te da tiempo a decir frío porque se te ha congelado la garganta antes, la primavera no se espera, se anhela. Lo mismo que los abrazos y el tacto, las cervezas, las palmas y las canciones a la guitarra.

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