martes, 25 de octubre de 2011

Mi tío Agustín

Mi tío Agustín era una de esas personas que molan. Con 70 años daba cien vueltas a sus sobrinos de 50. La vitalidad le sobraba en los ojos y las arrugas de su cuerpo eran sacos de cariño. ¡Y tenía un buen montón! Mi tío Agustín me enseñó a sonreír, porque siempre sonreía y siempre siempre te miraba y sentías que decía ¡Qué bueno es verte! ¡Qué bien que nos encontramos! Mi tío Agustín sabía de piedras y plantas y de Dios. Estaba convencido de que su mujer murió porque, tras operarse de cáncer, no cambió de posición la cama ni colocó la combinación que él le recomendó bajo la cama. Yo no sé si era verdad. Pero sé que mi tío Agustín molaba. Y también que se ha muerto. Con un montón de años bajo los pies y unos poquitos sobre los hombros. Así era mi tío Agustín, los años le resbalaban por el cuerpo y sólo al final, pasados ya los 90, se le empezaron a acumular por encima.