jueves, 29 de diciembre de 2011

Verde.

-¿Te has dado cuenta? Hoy tiene los ojos más verdes.
-Eso le pasa cuando está contenta.
-Y ¿en qué piensa?
-En que la quieres. Desde hace tiempo sólo está verde cuando siente que la quieren.
-Pero yo la quiero todos los días y no siempre tiene los ojos así, brillantes y bonitos.
-Es que... tiene el aparato de sentir roto y a temporadas no le funciona. 

sábado, 10 de diciembre de 2011

Verdades.

Alguien ha dicho lo que yo venía a decir.
Quizá no sea suficiente, pero hoy es bastante.
Leed. Es una orden. 

martes, 25 de octubre de 2011

Mi tío Agustín

Mi tío Agustín era una de esas personas que molan. Con 70 años daba cien vueltas a sus sobrinos de 50. La vitalidad le sobraba en los ojos y las arrugas de su cuerpo eran sacos de cariño. ¡Y tenía un buen montón! Mi tío Agustín me enseñó a sonreír, porque siempre sonreía y siempre siempre te miraba y sentías que decía ¡Qué bueno es verte! ¡Qué bien que nos encontramos! Mi tío Agustín sabía de piedras y plantas y de Dios. Estaba convencido de que su mujer murió porque, tras operarse de cáncer, no cambió de posición la cama ni colocó la combinación que él le recomendó bajo la cama. Yo no sé si era verdad. Pero sé que mi tío Agustín molaba. Y también que se ha muerto. Con un montón de años bajo los pies y unos poquitos sobre los hombros. Así era mi tío Agustín, los años le resbalaban por el cuerpo y sólo al final, pasados ya los 90, se le empezaron a acumular por encima.

domingo, 21 de agosto de 2011

Que tengo ganas de tus labios,
que se me derrite la piel con tanto calor
y no hago más que pensar en tocarte y abrazarnos.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Miedo

tengo miedo porque vuelves.

no quiero verte, entiéndeme.

no quiero, no.

jueves, 4 de agosto de 2011

Quieto. Estarse quieto. Y notar cómo los impulsos eléctricos se dan en tu cerebro.

lunes, 1 de agosto de 2011

Estrellas

Nos habíamos comido todas las estrellas. Por si acaso.
Me destrocé el estómago vomitándote vocales y consonantes. Acaricié tu puerta con la planta de los pies, curvé mi cuerpo hacia tu boca y te dejé colonizar mi pubis. No significaba nada todo aquello, sin ti. Empeñada en alejarte, en dormitar bajo ventanas por las que sólo entraba el sol. Todo sin mí. Me negaste tantas veces que creía no existir. Y luego venían a llamarme. Me asomaba al balcón y ahí estabas, gritando mi nombre, hablando de mí. Diciendo que me querías y demás colección de palabras.
Tú querías correr y yo no sabía saltar. No podíamos coger impulso porque nos pesaba demasiado el culo. Así de claro.
Te lo dije aquella noche, las estrellas no se digieren bien.