Sí, ya sabes, los que se quedaron en la cuneta a la hora del reparto. Los que fueron pisoteados en nombre del Excelentísimo. Somos los caballos sacrificados de una partida de ajedrez. Manchados de barro, mojados por la lluvia y maltratados por el viento. Somos las víctimas de aquellos que no miraron a los lados. Vivimos en un invierno del norte que nos seca la piel y nos endurece el corazón. ¿Dónde te dejaste el bote de pintura? Yo todavía tengo mi brocha manchada de azul. Algunos van a pares y otros vamos solos, pero nos juntamos pronto, esperando el próximo desmarque. Contamos cuentos y fantaseamos con cenas golosas repletas de chucrut, salchichas y perlenka con kaskabal. Ya iremos añadiendo ingredientes, salpimentaros con nuevas especias y mataremos el dolor con cerveza de Mercadona. Que no se te olviden las chucherías, las sobredosis de azúcar son ayuda reconocida. El bolsillo repleto de moneditas pequeñas, de céntimos que no sabemos pronunciar. Salvamos distancias imposibles a base de bytes y electricidad. Haremos un safari de lágrimas, te lo prometo. Completaremos la lista, antes de que venga otro huracán y nos deje sin sujetadores. ¿Recuerdas el palo que te presté? Me alegra que todavía lo conserves, guárdamelo un poco más que creo que voy a necesitarlo y si no es el palo, quédate cerca, que este golpe yo no lo aguanto sin mancharme hasta las bragas.
Somos los desheredados, sólo nos mandan miradas con pena y todo suena falso, falso, falso, falso.
Me importa un carajo si sois felices o no. La única pregunta es ¿no podías haber hecho menos daño?
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