jueves, 3 de febrero de 2011

Este texto no es mío (aunque me joda).

Siempre levantando la cabeza, siempre oliendo el aire a ver por dónde sopla la ballena de por si asomo, jugando a pasear cuando acechas y mira, se te asoma la sonrisa de cocodrilo desde la acera de enfrente. Me pregunto cómo podrás dormir con ese ojo abierto.

Y mientras me vuelvo a cansar de recoger flores me esperas con la carnicería lista para el reproche, para la pedrada, para la puñalada, me pintas de tragedia las paredes de mi sombra y esperas que ladre para intentar otro truco del dedo en la llaga, maldita sea, y cada vez que me escupes en la cara me invitas a otro tango de cicuta y estricnina, parece que te encanta, que quieres más, más... simpatía, te gusta que te sea simpático y por eso salpicas en mi acera tus manchas de saliva, simpatía, mucha simpatía.

Podrías haber conducido tu personaje a la playa de tus veranos de cuando descubrías la arena, o haberlo estrellado en una curva a ciento veinte, podrías haberte inventado con otra cara, otros zapatos y otra pose, pero te viene grande ese papel, o todos los papeles.

Y mientras va explotando la penúltima de tus rabietas acabo otro cigarrillo en mi sillón, mientras practicas tu directo a la mejilla yo recolecto el arroz nuestro de cada fin de semana, mientras esperas que asome la cabeza, mientras cargas, mientras apuntas... te devuelvo la simpatía, la cortesía vienesa, mira qué educación me sale, te encanta, te gusta trabajártelo, un consejo, cuando hayas acabado este asalto de tirar lechugas al escenario, cuando hayas acabado la pataleta y la pedorreta hazme un favor y vete al infierno y allí invítame a otro tango de esos que te gustaban. Estricnina y valses; fantasma de calabaza.

Siempre levantando la cabeza, siempre oliendo el aire...

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