sábado, 30 de julio de 2011

Los días en los que muero son los que menos me apetece que me leas.
Son días de algodón de azúcar con chocolate; días de pintar con los dedos mezclando verde y rojo; días de zumbido en las orejas; días de rascacielos de lodo; días de hedor interno; días en los que no se ve nada por fuera.
El filo del cuchillo crea un reguero de sangre que recorre mi vientre. La carne se abre y el grueso de la piel tiene dos días de duración. La dermis fina pertenece a otra. El cuerpo también. Morir en el aire de otro resulta abrumador. Despierto y sigo aquí.
Resucitar nunca fue tan fácil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario